El fin de nuestra profesión o el cambio disruptivo (I)
No hay ninguna profesión que en mayor o menor medida no cambie. La nuestra no es la excepción, pero para muchos, los cambios se han producido a una velocidad que nos ha cogido desprevenidos. El uso de equipos cada vez más económicos y la permanente bajada en las tarifas son las principales preocupaciones de los profesionales audiovisuales. En menor medida, también los profesionales se quejan de una cada vez menor profesionalidad de quienes entran en el sector y, algo muy discutible, que cualquier persona se dedique al video o a la fotografía. Este punto de vista es el de algunos profesionales asentados en el sector, pero ¿qué pasaría si le preguntásemos a un joven creativo como ve él el sector audiovisual? Pues me he preocupado de preguntar a distintos jóvenes, unos, estudiantes de escuelas audiovisuales y a otros, sin una formación específica pero creativos y motivados por realizar sus propias propuestas audiovisuales. Todos coinciden, casi de una forma interiorizada, sin una reflexión concreta, que actualmente existen muchas posibilidades. No han vivido la época en la que una cámara de video para noticias costaba muchos miles de euros. Tampoco han conocido que una persona solo grabara un tipo determinado de contenidos (he comprobado muchas veces que cámaras de informativos con mucha experiencia no resuelven correctamente otras situaciones como documental, conciertos, etc). Ellos son de la generación del “contenido”. Guste o no, muchos programas que vemos en hora de máxima audiencia se hacen con medios muy económicos. Por supuesto, se sigue y se seguirán empleado cámaras y equipos del máximo desempeño en aquellas producciones en las que el presupuesto permita y exija cuidar todos y cada uno de los detalles. ¿Debe un joven formarse en técnica cinematográfica convencional? En primer lugar, joven o no tan joven, que haga lo que le pida el corazón, que sueñe con lo que quiera, pero que tengan los pies en la tierra, y en especial, que tenga un plan “B”.
Para la gente joven y para aquellos que tratamos de mantener la mente despierta, las redes sociales bien empleadas, los servidores de video gratis o de bajo coste del tipo Youtube o Vimeo que nos permiten difundir nuestros trabajos y el precio cada vez menor de los equipos, nos facilita abordar trabajos de bajo presupuesto que no serían viables si hubiese que amortizar equipos costosos. En general, la realidad es bastante tozuda y no entiende de discusiones estériles. El momento actual es puramente audiovisual y todo el mundo se comunica con fotos y videos. En ocasiones es difícil explicar a un cliente por qué un trabajo más cuidado tiene valor cuando el material captado por los usuarios, tosco y descuidado, alcanza audiencias impensables hace unos años en las redes sociales. Si dedicamos nuestras energías a discutir sobre cuál debería ser el mínimo de calidad, tanto en equipos empleados como en la ejecución técnica, y mientras los clientes compran productos menos cuidados porque a su juicio son suficientes para su expectativa, lo que lograremos es lo que más tememos, que nuestro teléfono no suene, que no nos demanden trabajo.
Nuestro trabajo (parte de él), es entender cómo evoluciona nuestro mercado. Voy a poner un ejemplo que me afecta a mí directamente. Suelo probar equipos y escribir artículos sobre cómo se comportan en el trabajo diario (cámaras, trípodes, iluminación, etc.). Antes de probar un equipo busco en Vimeo y en Youtube videos de esos equipos, en muchas ocasiones veo trabajos de excelente factura hechos por aficionados. Recordar los infinitos videos que hemos visto de cámaras de foto que graban video. Antes de que los fabricantes reaccionaran ante este fenómeno, la comunidad independiente y posteriormente los profesionales asentados ya habían subido a la web miles, cientos de miles de videos hechos con estás cámaras. Los potenciales compradores le daban más credibilidad a los videos hechos por terceros que a los presentados por las marcas de cámaras. La red funciona así. ¿Perdemos el tiempo discutiendo de ello? Mejor no. ¿Cómo afecta esto a mi trabajo? Pues es muy sencillo, un fabricante estará dispuesto a pagarme por grabar materiales con una cámara determinada siempre que no haya alguien que gratis y de rebote le haga esa labor. En general, antes de que yo pueda acceder a un equipo, ya he podido ver mucho material en la web. Yo puedo cabrearme con el mundo o entender el mundo.
Un cambio disruptivo es aquel que modifica sustancialmente el funcionamiento de algo. Si mi mente no cambia, el cambio me aplasta. Ese cambio ya se ha dado en nuestra profesión, no es que esté por venir, hace unos años que se ha producido. Mucho de lo que vemos en televisión se graba con DSLRs y con cámaras de mano con entradas de micro canon. Audiencias muy diseminadas justifican esta forma de trabajar a juicio de quien paga. Además se ha creado un mercado que desconocíamos, el de clientes que tienen que contar a qué se dedican o cómo hacen las cosas pero no obtienen un rendimiento medible e inmediato de sus inversiones en imagen. Imagina cuántas pequeñas empresas (la gran mayoría del tejido empresarial es pequeño, “microempresas” que facturan menos de 2 millones de euros al año y emplean menos de 10 personas) querrían un buen audiovisual de su negocio. Cuántos servicios públicos podrían ofrecer información en video de trámites y servicios que prestan, clubs deportivos de sus actividades, escuelas de cualquier ámbito grabando clases (en la web hay infinitos ejemplos de profesores de todo tipo con sus videos grabados por ellos mismos y tremendas audiencias), en definitiva, casi cualquiera querría disponer de ese tipo de contenidos pero los presupuestos antiguos ya no encajan en ese mercado.
Muchos profesionales del audiovisual no están preparados para entender las necesidades de, por ejemplo, el dueño de una pequeña casa rural. Sin duda que él quiere un buen video de su negocio, su ubicación maravillosa, sus coquetas habitaciones, su comida ecológica, las actividades programadas que ofrece, pero no puede entender, ni está dispuesto a pagar, (tampoco tiene el dinero, empresario no siempre es igual a rico explotador, los prejuicios nos anulan), un trabajo a precio de “son dos jornadas de grabación con equipo completo Red, más tres días de sala de edición”. Los miles de euros que se pagaban hace unos pocos años por este tipo de contenidos ahora son un insulto a la inteligencia. Lo que ocurre es que hace años el video nos lo encargaba una clínica privada con altos ingresos o un hotel lujoso que manejaba altos presupuestos de publicidad. Si para realizar un trabajo como el citado estamos pensando en cuatro personas, días de trabajo, dietas, alojamiento, alquiler de equipos caros… sin duda las cifras no salen. Podemos pensar que entonces ese pequeño hostelero no es público potencial y buscar otro cliente con mayor presupuesto, pero cada vez se reduce más el tipo de clientes que maneja altos presupuestos. Quien pueda, a por ello sin duda, pero quien no pueda acceder a ese tipo de clientes debe plantearse un cambio disruptivo.
Tal vez mucho de lo que sabemos y de lo que ofrecemos ya no es funcional para una clientela que ha evolucionado y se ha adaptado al consumo de contenidos y no de videos, fotos, música o textos por separado. Ya los reporteros que escriben graban sus propios videos, los periodistas de noticas editan lo grabado por otros y lo alojan en un servidor, el editor de video además programa webs y maneja software de composición multicapas… cada profesional ha tenido que ampliar su marco de actuación y en muchos casos ha visto como su retribución ha bajado. A muchos les han dado como única alternativa hacerse autónomos y facturar a la empresa cuando sus servicios sean requeridos. En muy poco tiempo se ha juntado la crisis con el abaratamiento de las tecnologías y como guinda del pastel, una audiencia menos exigente con el acabado y más con el concepto de contenidos adaptados a sus necesidades concretas. La concentración de emisores de televisión es una primera respuesta a la atomización del mercado y los próximos cambios, en especial como interactuar con “segundas pantallas”, van a provocar fracturas importantes dejando totalmente fuera a quien hoy esté ajeno a estos movimientos.
Los hechos son los que son, así pues, como nosotros no nos vamos a pelear con el mundo ni vamos a hablar de quienes se aprovechan de esta situación, vamos a ver cómo “reconvertirnos” Os planteo las siguientes líneas de actuación:
Entender el concepto de contenido
Para nosotros el término contenido hace alusión a información generada con independencia del recurso técnico que empleemos. En cierto modo, aunque va más allá de nuestro trabajo, los textos también son contenido. Debemos pensar en un consumidor de contenidos que espera cosas que para él sean interesantes. Obviamente cada tipo de información está más cerca de un modo de captación, pero ya no podemos ver las cosas de forma aislada. Un blogero con capacidad para influir a cierto público puede alimentar su contenido (es así desde hace tiempo) unas veces con twits, otras con fotos, otras con videos grabados desde su móvil, artículos en su blog y por qué no, con videos de calidad encargados a profesionales si la dimensión de su blog y la “monetización” que de él haga lo justifique. El consumidor lo que demanda es información que a él le merezca la pena y bajo ese punto de vista, ya no podemos ser solo una cosa, debemos estar preparados para desenvolvernos en escenarios diferentes.
En general pensamos que lo que a nosotros no nos llama la atención o simplemente no utilizamos no merece nuestro interés. Yo odio la mayor parte de la música que hacen los grupos jóvenes españoles, pero dedico tiempo a ver sus videos. Lo que allí aparece es un reflejo de las motivaciones de un tipo de cliente y del estilo y recursos audiovisuales que se están empleando en ese tipo de trabajos. Veo mucho trabajo de postproducción económica, uso intensivo de fotos fijas, textos en pantalla, etc. Con independencia de mi opinión, ahí tengo un buen ejemplo de cómo se están haciendo ciertas cosas. Esa estética que muchos de nosotros no aceptamos se ha trasladado a otro tipo de contenidos y estar ajeno es un suicidio profesional. Si por ejemplo pongo un programa de televisión veo accesos a información extendida que se completan en la web. Ahora toca llamarlo la segunda pantalla (antes era internet, ahora la nube), hasta que algún iluminado lo cambie, pero en definitiva de lo que se trata es de que un contenido, por ejemplo un programa en el que diez jóvenes solo comerán patatas durante un mes, tendrá una dimensión en la televisión y los que lo vean, (y habrá quien lo vea) podrán, desde una web y/o aplicación específica para móviles y tabletas, no solo insultarlos y criticarlos para que los realizadores animen a los participantes, sino también ver los análisis de sangre de los participantes, sus vidas y miserias antes de participar en el programa, entrevista de expertos a favor y en contra de la dieta de la patata, mandar fotos de patatas llamativas (con y sin photoshop), votar, nominar, concursar para sustituir a los primeros participantes… todo lo que se le ocurra a quien dirija el programa. El contenido es algo difícil de definir pero es con lo que convivimos hace unos años. Si quiero un hueco en esta profesión tengo que entender que lo que yo haga será parte de un “contenido” que demanda mi cliente y todo lo que haga, como lo grabe, como lo archive, como lo edite y como lo distribuya tendrá que complementarse y en especial, llevarse bien con otros procesos que realicen otras personas. Si digo que yo solo grabo en 4K y por ejemplo la agencia que le hace la web a mi cliente quiere el material grabado y se lo doy como salió de la cámara porque no me pagan por otra cosa, lo haré una sola vez. La agencia hará saber al cliente (de quien tú comes), que eres problemático. Lo bueno es que yo ya sé que lo que hago va a ir a otros profesionales que harán con ello lo que el cliente haya pactado con ellos, así pues, es mi responsabilidad saber qué formatos manejan ellos, cómo transferirlos y qué pautas debo darles. Si insisto en que yo cobro por solo una cosa, el mercado me dejará fuera. Cada vez que te pidan presupuesto, interésate por qué posibles utilidades darán a tu trabajo y haz saber a tu cliente de esas interacciones, si puedes ofrécele ideas y alternativas sobre cómo rentabilizar al máximo los contenidos que le ofreces y de esa forma podrás explicarle que es justo cobrar por otras funciones. Haz que te vean como un colaborador y un conocedor del entorno de “su contenido”, no de tu punto de vista personal. En el momento actual tan importante es darle al cliente el contenido que él necesita como la forma de facilitárselo. Necesitas entender los sistemas actuales de transferencia de archivos, entender que en muchos casos la inmediatez es un requisito y para ello deberás revisar tus flujos de trabajo y aceptar que un mismo contenido tendrá que ser modificado y/o ampliado y no siempre será fácil justificar un sobre precio. Yo personalmente sé que he perdido un cliente reciente porque tras varias modificaciones no previstas, les dije amablemente que debían pagar por ello. Sobre un trabajo original de 5 minutos presupuestado y aceptado, decidieron que además les vendría bien otro reducido de un minuto, con lo que sencillamente hay que rehacer el trabajo. Aunque en la fase de presupuesto se habló de ello, dijeron que no era necesario pero finalmente sí. Quizás no supe explicar bien la situación y por ello he perdido el cliente. ¿Cómo lo sé? Sencillamente he visto el video de un minuto en la web, hecho por otra persona, junto al que yo hice.
Otro aspecto que quiero comentar es que con los costes actuales de pequeños equipos, los resultados que dan, la facilidad de manejo y los infinitos tutoriales gratis que hay en la web, quizás los profesionales no podamos competir en la creación ciertos contenidos. Hace poco me pidieron presupuesto para grabar unas clases de profesores de música. Cámara HD, iluminación básica y micros de corbata. Aún dando una cifra verdaderamente baja, su decisión ha sido comprar una cámara de consumo y grabarse ellos mismos. Los videos se ven pobres de acabado, oscuros, una estética mórbida y un audio con eco en el que con frecuencia se escuchan ruidos parasitarios… Consulto su blog y veo decenas de comentarios agradeciendo esos videos. Los emplean como publicidad para los cursos que imparten. Finamente les ofrecí darles unas horas de clase para tratar de mejorar los aspectos citados. La respuesta fue que estaban interesados pero como de momento estaban funcionando muy bien sus propios videos ya hablaríamos más adelante (forma educada de decir, no gracias). La lectura que hago es que una generación que es nativa digital y que se relaciona con personas con niveles de exigencia distintos a los nuestros, posiblemente ya no sean clientes potenciales. Lejos de desanimarnos lo que debemos hacer es buscar quien sí puede pagar por lo que hacemos y por descontado, adecuar nuestras tarifas a los tiempos.