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Cloud computing

Cloud computing

Con la ingente cantidad de servicios disponibles, y los múltiples propósitos que abarcan actualmente, veamos las ventajas y oportunidades que aportan a nuestro entorno Broadcast y a la industria de medios audiovisuales en general.

Texto: Luis Pavía

 

Este artículo tiene carácter didáctico y divulgativo, por lo que siempre haremos referencia a los servicios y funcionalidades como concepto, evitando explícitamente citar marcas o proveedores.
De entre las múltiples definiciones que podemos encontrar para el “cloud computing” o informática en la nube, una de las más completas la presenta como la actividad que engloba todo lo relacionado con la prestación de servicios informáticos basados en la deslocalización de recursos a través de internet. Estos recursos contemplan hardware, software y servicios, e incluyen los servidores, el almacenamiento, las bases de datos, los servicios en red, y todo el software necesario para la gestión y tratamiento de los datos, la seguridad, las plataformas, los servicios, el análisis y la inteligencia basados en internet. Todo eso es “la nube”.

Las ventajas de la nube se basan en ofrecer rapidez en la innovación, flexibilidad en los recursos y mejoras en la economía de escala. Pagando sólo por los servicios contratados se reducen los costes operativos, se rentabiliza la infraestructura con mayor eficiencia y resulta muy sencillo escalarla a medida que cambian las necesidades del negocio. Estas posibilidades se han desarrollado y han acelerado su implantación gracias a la disponibilidad de las redes de conexión de datos de alta velocidad, tanto con sistemas de fibra como con redes inalámbricas 4G y la ya presente 5G.
Pero, más allá de las definiciones, ¿Eso de “la nube” no será una “cosa etérea” donde yo pongo mis valiosos contenidos y un día “se evaporan”? No. Definitivamente, no. Entonces, ¿qué es y para qué me sirve a mí “la nube”? Esa es una de las grandes preguntas que intentaremos responder, con multitud de respuestas en función de quién sea “yo”. Y para no desviarnos de nuestras principales áreas de interés, vamos a centrar este artículo en los usos y servicios orientados hacia nuestro entorno audiovisual, donde hoy contamos con posibilidades que hace unos años no se hubiesen atrevido a conjeturar ni los guionistas de ciencia-ficción más visionarios. Información que, por cierto, debe servirnos como referencia para vislumbrar hacia dónde nos dirigimos y hasta dónde se puede llegar a corto y medio plazo.

Hagamos un poquito de historia, para ser conscientes del camino recorrido hasta llegar aquí, sin perder de vista los períodos de cada salto evolutivo.

Casi remontándonos a la prehistoria, es decir, hasta la infancia/juventud de los profesionales aún en activo pero con más años de experiencia, cuando los medios audiovisuales se rodaban sobre negativos, algunos recordarán al presentador de las noticias informando que no se podían mostrar las imágenes de la noticia porque aún no había llegado la filmación a los estudios. Esto sucedía en los años 60, y siguió siendo así cuando ya se grababa sobre cintas, desde los 70. Salvo que hubiese un despliegue de conexiones punto a punto contratadas al efecto, o vía satélite, que permitiese enviar las señales al estudio desde lugares remotos. Posibilidad sólo viable en circunstancias muy especiales y concretas.

Es decir, a menudo se dependía del transporte del soporte físico que contenía los medios audiovisuales. E inicialmente éstos llegaban en un único soporte hasta un único destino en el que, probablemente, una única persona tenía el primer y único acceso para poder revelarlo, copiarlo, distribuirlo, montarlo, archivarlo, y todo lo que fuese necesario antes de poder compartirlo. Podemos compararlo a los tiempos del mensajero y el telégrafo. Sí, el telégrafo de las pelis del Oeste. Sólo que en el mundo audiovisual seguía siendo así con las cintas en los años 80, porque el primer tratamiento de los originales en cinta era muy parecido al del antiguo negativo: copia, edición archivado… Aún no existía un método eficiente para ponerlo a disposición de varios usuarios simultáneamente de forma inmediata, si no era distribuyendo la señal de video a través de conexiones específicas punto a punto.

Cuando comenzamos a grabar los contenidos sobre soportes digitales y en paralelo llegó la expansión de internet, se podían hacer copias con mínimas pérdidas de calidad y enviar contenidos desde cualquier origen hasta cualquier destino. Siempre que ambos tuviesen una conexión con cable físico en el ordenador. Porque si pretendíamos enviarlo como ficheros de datos y no como pura señal de video, el volumen de los ficheros era tan grande, y las velocidades de la red tan limitadas que los tiempos de transmisión, siendo por supuesto mucho mejores que los de cualquier transporte y con costes relativamente insignificantes, eran inviables para un directo que seguía precisando de transmisiones a través de conexiones específicas para las señales de video, incluso a través de satélites.

Aunque ahora ya habíamos ganado la posibilidad de tener contenidos almacenados en un depósito común, normalmente compartido dentro de un edificio, con varias personas accediendo a él simultáneamente. Siguiendo con la analogía anterior sería equiparable al correo postal, al teléfono y al fax. Sí, el correo de los sobres y los sellos. Pero estamos comparativamente así, aun habiendo pasado ¡el año 2000!

 

 

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Internet siguió desarrollándose y llegaron las redes de fibra óptica. Ojo, que no a todas partes por igual. Ni entre países ni dentro del mismo país. Recordemos que el nuestro ha sido pionero en Europa en la implantación y despliegue de redes de fibra óptica, incluso en el ámbito doméstico. Y, más o menos en paralelo a la fibra óptica, llegó el despliegue del 4G, posibilitando los accesos de alta velocidad a través de redes inalámbricas y en lugares remotos, siempre que tuviesen cobertura de telefonía y datos 4G. Pero también en ese entorno de tiempo estaban proliferando los contenidos en HD, estaban mejorando los sistemas y algoritmos de compresión que permitían hacer llegar señales de mucha mejor calidad moviendo la misma cantidad de información que para un contenido en definición estándar SD, e incluso con menor volumen de datos. Confluyeron distintos avances en distintos campos que permitieron dar un importante salto adelante en un período relativamente corto de tiempo.

Como los avances, sobre todo los vinculados a la tecnología, tienen una velocidad de crecimiento exponencial, ese salto adelante se tradujo en poder enviar y emitir contenidos de calidad en tiempo real desde casi cualquier lugar. En nuestra analogía ya hemos llegado a poder emitir un directo desde un lugar remoto. Pero atención, que para alcanzar este punto con fluidez, en HD y con calidad, hemos tenido que esperar casi a la última década.

Y ha sido tal el avance en todos estos campos que hoy, prácticamente cualquier estudiante de instituto tiene a su alcance medios con los que hace menos de dos décadas no podían ni soñar las mayores empresas. Bien porque esos medios no existían, o bien porque si existían su coste los hacía accesibles sólo para los presupuestos más elevados.

Entonces, ¿cuál es nuestro punto actual de situación? Nos encontramos en un momento sumamente emocionante y abierto a multitud de nuevas formas de crear contenidos y nuevas oportunidades de negocio en el que, por ejemplo, ya es posible:

– Estar rodando un contenido en resolución 4K en un escenario remoto y al mismo tiempo que se está registrando en cámara, estar generando y enviando un proxy HD en tiempo real (una copia en menor calidad) a un servicio de almacenamiento remoto. Atención al detalle: estamos llamando “proxy de menor calidad” a un contenido de resolución fullHD, debido a que tiene una compresión relativamente alta.

– Que un editor esté haciendo el montaje con esos proxies, de forma que al terminar el montaje el sistema “informa a la cámara” de cuál es el minutaje realmente utilizado en el montaje definitivo para que la cámara reenvíe sólo los fragmentos imprescindibles más las colas configuradas en 4K, o en HD sin compresión, para la versión final.

– Que un servicio de realización esté recibiendo las señales de varias cámaras, incluso desde otro continente, y que un realizador remoto esté generando un directo en tiempo real, labor que puede estar realizando incluso desde un tercer continente.

– Y sin ir tan lejos, la posibilidad de desplazar sólo las cámaras a un evento y que toda la realización se haga en remoto desde los estudios del teledifusor como si las cámaras estuviesen en el estudio, o la unidad móvil en la localización.

– E incluso que un espectador pueda recibir las señales de diversas cámaras en un multipantalla virtual, y que se convierta en su propio realizador, eligiendo que imágenes quiere ver en cada momento a toda pantalla del espectáculo o evento en emisión.

– Que gracias a la inteligencia artificial, los contenidos que llegan a determinado almacenamiento sean etiquetados con los tags correspondientes a las imágenes que contienen, sin necesidad de intervención humana. Para que cuando cualquiera de los editores con acceso a ese contenido busque cualquier término, se identifiquen inmediatamente todos los planos que contengan ese contenido visual sin necesidad de haber tenido a nadie poniendo etiquetas.

– Que se pueda hacer una extracción de audio en tiempo real para generar el texto de la locución, utilizarla como subtítulos, e incluso vincular el texto como metadatos para hacer búsquedas en base a contenido hablado. Lógica-mente, esta funcionalidad también posibilita la traducción simultánea a todos los idiomas incorporados en la plataforma elegida. Y suelen ser decenas de idiomas.

– Que mediante sistemas de reconocimiento facial, se puedan identificar personas para dejarlas etiquetadas en los metadatos de forma automática, y facilitar búsquedas posteriores.

– También es posible que un teledifusor exponga contenidos en un escaparate virtual para que otros teledifusores puedan encontrarlos y comprarlos, con total inmediatez y suficientes garantías de seguridad. Estableciendo plazos, mercados y condiciones para monetizar contenidos de archivos que, de otra forma, sólo estarían en un repositorio cerrado e inaccesible, difícil de rentabilizar.

– Existen ya ensayos y pruebas de software de edición capaces de editar planos y secuencias para generar contenidos de forma autónoma, aunque al menos de momento están lejos de las habilidades de un buen editor humano.

 

Algunos de estos servicios y funcionalidades ya están plenamente desarrollados e implantados, contando con un uso ampliamente extendido y que no deja de crecer a medida que van siendo más conocidos. Como por ejemplo las plataformas a las que los teledifusores acuden para ofrecer sus contenidos y, al mismo tiempo, adquirir los que pueden necesitar sin necesidad de invertir tiempo y dinero en su producción con medios propios.

Aunque también es cierto que, al menos de momento, algunas funcionalidades de alguno de los servicios tienen sus limitaciones. Por ejemplo, para convertir a texto un contenido hablado, no debe haber más de una persona hablando al mismo tiempo. Pero esto es por ahora. Porque bueno, hubo un momento en el que los ordenadores sólo eran capaces de representar texto en una pantalla verde, y no hay más que ver cómo estamos ahora. Dejemos que pase un poco de tiempo. Poco. Y sigamos sorprendiéndonos por todo lo que se podrá hacer.

Si bien estas son sólo una muestra de algunas de las habilidades actuales, y acaso alguna podría realizarse a nivel local, sin servicios en la nube, es importante destacar que para alcanzar su plena funcionalidad se apoyan en estos servicios en la nube. Porque como acabamos de comprobar, la nube es mucho más que almacenar ficheros en un servicio remoto para tenerlos disponibles cuando no estamos en el estudio o como mera copia de seguridad.

Pasemos a ver ahora qué tipos de actores podemos distinguir en estos escenarios, en qué medida intervienen, y qué posición o posiciones ocupamos cada uno de nosotros.

En primer lugar identificaremos, como no, a los proveedores de servicios. Del servicio cloud por un lado, y los de todos los servicios que queramos alojar o contratar a través de nuestra cloud.
Por otro lado están los broadcasters y los creadores de contenidos. Todos los broadcasters y todos los creadores de contenidos que tengan interés en hacer negocio, con todas las interacciones y sinergias que se pueden generar entre todos ellos.

Y un tercer grupo, acaso el más importante, integrado por los clientes como consumidores de esos contenidos.

Pero entremos un poco más en detalle, porque no siempre son islas independientes, sino que algunos desempeñan varias posiciones simultáneamente.

 

 

 

 

El proveedor del servicio cloud será quién se encargue de proporcionar la infraestructura necesaria de servidores, almacenamiento, capacidad de proceso, e infraestructura de comunicaciones, ocupándose de cumplir con los requisitos que establezcamos relativos a seguridad, fiabilidad, redundancia, y todo tipo de garantías para que nuestros servicios estén disponibles y nuestros contenidos estén accesibles siempre que los precisemos, de la misma forma que si estuviesen en nuestro propio equipo, y con las restricciones necesarias para que sólo puedan acceder a ellos quienes cuenten con los permisos necesarios. Algo parecido a lo que hace el banco guardando nuestro dinero, manteniéndolo disponible para nosotros y protegiéndolo de otros.

Claramente identificamos como ventaja la seguridad sobre la información, ya sean datos o contenidos, sin tener que preocuparnos por accesos indebidos, filtraciones indeseadas y mantenimiento de copias de seguridad, por ejemplo. Y el inconveniente de ¿y si lo pierden? Estará garantizado o limitado por las condiciones que hayamos establecido al contratar el servicio. Y en función de nuestro tamaño, podemos disponer de nuestra propia cloud privada.

Adicionalmente podemos contratar otros servicios, como el de producción remota por poner un ejemplo cualquiera, que nos lo puede proporcionar un proveedor diferente, pero necesita interactuar con nuestros contenidos a través de la infraestructura de cloud de nuestro proveedor para su funcionamiento. Así como instalamos un software de edición en nuestro ordenador para editar los contenidos alojados en nuestro disco duro. Sólo que dichas aplicaciones ahora corren contando con la potencia de proceso que proporciona “la nube”, y nuestro ordenador queda como un mero terminal.

La primera ventaja que nos viene a la mente en esta situación es que no necesitamos estar renovando permanentemente nuestros equipos a la última tecnología, reduciendo las inversiones. Y los inconvenientes son los mismos que afrontamos con un cambio de plataforma cuando optamos por esta decisión, por seguir el mismo caso.

En ocasiones, y en función del tipo de servicio en el que estemos interesados, se da el caso de que el mismo proveedor puede proporcionarnos el servicio y la infraestructura para llevarlo a cabo. Atención a esta oportunidad de negocio para los desarrolladores, que pueden paquetizar sus plataformas.

Pasando al grupo de los teledifusores y creadores de contenidos las sinergias se multiplican. Cada teledifusor puede generar los contenidos que le resulten más rentables o más interesantes en función de su línea editorial, y simplemente comprar o subcontratar a terceros aquellos que le sean convenientes pero menos relevantes para completar su parrilla. Y al mismo tiempo puede ofrecer a terceros aquellos contenidos en los que está especializado, para monetizarlos en un mercado mucho mayor.

Al igual que los teledifusores, las productoras independientes y los creadores de contenidos se benefician del escaparate que les proporcionan las plataformas de alojamiento y distribución, posibilitando que sus producciones alcancen a más mercados incrementando su cartera de clientes potenciales.

Tanto para unos como para otros, los servicios de traducción y subtitulación simultánea en múltiples idiomas suponen una ventaja competitiva más, para que sus contenidos alcancen a espectadores que inicialmente podían estar fuera de su alcance.

Para todos estos actores, las principales ventajas que llaman nuestra atención son la optimización de la inversión en producciones propias, las mejoras en especialización, y el importante aumento en clientes potenciales para la monetización de sus contenidos. Y como posible inconveniente, la dependencia de terceros para determinados contenidos, aunque esto sucede así desde siempre, y una correcta estrategia de planificación de contenidos y distribución de inversiones mantendrá alejado este riesgo.

Llegados a este punto ya es patente que la cantidad de empresas que tienen cabida en nuestro primer grupo son muchas más de las que inicialmente podíamos pensar. Cualquier empresa o profesional capaz de proporcionar un servicio sobre nuestros contenidos, dándoles un valor añadido, puede ser un nuevo aliado en nuestras estrategias comerciales. En estos casos, la nube facilita estas actividades de una forma completamente deslocalizada, poniendo a disposición de todos tanto nuevos clientes como nuevos proveedores en casi cualquier parte del planeta. Y a nosotros mismos nos ofrece esa misma posibilidad de convertirnos en proveedores o clientes de empresas que, si no fuese por la nube, estarían fuera de nuestro alcance.

Y ya desgranando el grupo de clientes, primero en importancia pero tercero en nuestra lista porque necesitamos identificarlo correctamente: cliente es quien compra nuestros contenidos, pero en ese caso, otros teledifusores, otras productoras e incluso nosotros mismos, sea cual sea nuestro papel en la cadena de creación, también somos clientes cuando compramos contenidos. Pero hemos querido separar al cliente comprador como intermediario, figura que ya existía en el modelo de producción tradicional y dejamos en el grupo anterior con su nueva y enorme cartera de proveedores, del cliente final como espectador que ahora nos ocupa.

El espectador-cliente final de hoy en día va dejando de ser el consumidor tradicional del modelo lineal de televisión doméstica con un abanico más o menos amplio de canales para seleccionar, y se ha ido transformando en un consumidor que elige qué contenido quiere ver, cuándo quiere verlo, en qué dispositivo, y desde qué ubicación desea hacerlo. Cada vez es mayor el número de espectadores que disponen de acceso a plataformas OTT/web para seleccionar a la carta contenidos de todo tipo.

Esto supone un importante cambio en todo el modelo de generación de ingresos procedentes de la publicidad, y todos los elementos asociados como por ejemplo la medición de audiencias.

Además, se han abierto nuevos campos de aplicación. Desde el análisis de comportamiento de cliente, porque ahora podemos conocer con precisión que consume, cuándo, cómo y dónde; hasta la interacción en la que el espectador puede hacer click sobre la publicidad si tiene interés en el producto para descubrir más, e incluso comprar directamente. Todas estas interacciones son posibles gracias a internet, “la red”, y a las interconexiones que proporciona entre “las nubes”.

Alto, ¿cómo que “las nubes”? ¿Es que hay más de una?. Por supuesto que sí. Si repasamos nuestro primer párrafo, y con todo lo que hemos visto hasta ahora, comprobaremos que la nube es una extensión de las grandes redes, más o menos cerradas, que hasta ahora hemos asociado a las empresas y corporaciones.

Imaginemos por un momento la red informática de un banco. Cada banco tiene su propia nube privada donde guarda celosamente los datos de sus clientes. Cada banco permite que sus empleados, en función de sus responsabilidades, accedan sólo a determinada información de sus clientes. Cada cliente sólo accede a la información de sus servicios contratados. Y cada banco comparte con otros bancos la información necesaria cuando se produce una operación entre ellos. Esa nube se extiende por todo el territorio en el que el banco presta sus servicios. Y es inaccesible para quienes no son clientes, empleados o proveedores.

Bien. Entonces, si mi productora ya tiene montada su propia red como la del banco del ejemplo, ¿qué me aporta una nube ajena a mi propia infraestructura? Algunas cosas nada desdeñables como: Reducción de costes al minimizar las inversiones en hardware, software, consumo eléctrico, climatización, etc. Potencia de procesado, modulable casi instantáneamente a las necesidades de cada momento. Escalabilidad para aumentar o reducir infraestructura, espacio de almacenamiento, ancho de banda, etc. a medida que cambien las circunstancias. Productividad al poder deslocalizar la mayoría de las operaciones, y liberar a los profesionales de las tareas propias de toda la gestión de la red. Fiabilidad en el funcionamiento al contar con recursos de IT de mayor escala. Y seguridad en la protección y el mantenimiento de la información y los servicios también gracias a esos recursos de IT de mayor escala.

Los proveedores de servicios en la nube agrupan en tres o cuatro grandes categorías las posibilidades de su oferta, aunque por ahora sólo dos nos parecen de interés en nuestro campo. Conozcámoslas para sacar el máximo partido de sus posibilidades, IaaS (Infrastructure as a Service) o servicio de Infraestructura, que nos proporciona el uso de servidores, máquinas virtuales, almacenamiento, y servicios de conectividad de red. Ofrece la estabilidad y seguridad de los sistemas, el almacenamiento, las copias de seguridad, las aplicaciones web, una muy elevada potencia de procesamiento y la capacidad de análisis de datos. Permite reducir la inversión y el coste de mantenimiento de los equipos, escalar prestaciones a medida de las necesidades, y concentrar los recursos en la actividad principal del negocio.

PaaS (Platform as a Service) o servicio de Plataforma, que añade al anterior el acceso a sistemas operativos y herramientas de desarrollo y gestión de bases de datos. Idónea para los desarrolladores de aplicaciones pero de menor interés en el entorno broadcast y de producción en general, salvo que se quiera asociar al desarrollo de aplicaciones específicas.

Serverless o informática sin servidores. Entendiendo aquí por servidor el equipo necesario para soportar las aplicaciones que se están desarrollando sobre los distintos sistemas operativos. Al igual que en el caso anterior, de poco interés para el entorno broadcast, salvo situaciones muy específicas. Algunos proveedores ofrecen PaaS y Serverless agrupadas.

SaaS (Software as a Service) o servicio de Software, en el cual lo que estamos contratando es la utilización de un software en base a un sistema de suscripción o alquiler por uso. Ofrece la versatilidad de ajustar fácil y rápidamente la inversión a las necesidades de cada momento, pudiendo acceder a sofisticadas plataformas sólo con el coste asociado al tiempo de uso. O modificar el número de licencias contratadas. También facilita estar permanentemente al día con la actualización de versiones y la incorporación inmediata de las últimas funcionalidades disponibles. Este también resulta un escenario de interés para nuestros entornos de producción.

De hecho, la nube lleva con nosotros más tiempo del que pensamos ¿Somos conscientes de los SaaS que ya estamos utilizando, y el tiempo que llevamos haciéndolo? Porque precisamente este último grupo es el que más se beneficia del constante crecimiento, y la expansión de nuevas aplicaciones que ya que se están creando a medida de las necesidades de todos los segmentos de mercado.

En este grupo entran, por ejemplo, esas aplicaciones que nos permiten recoger en directo las señales de muy diversas fuentes, incluidos los móviles de espectadores espontáneos de un suceso remoto, para hacer una realización en directo y generar una señal a la que se puede conectar vía streaming una audiencia perfectamente segmentada sin precisar de una localización geográfica concreta.

O aquellas que apoyándose en la inteligencia artificial y la enorme capacidad de proceso disponible nos permiten liberar a los profesionales de tareas tediosas y rutinarias y dedicarlos a funciones mucho más especializadas, productivas y creativas.

Sirva como ejemplo que, gracias a estas posibilidades, una televisión local puede hacer un directo de cualquier tipo de suceso o evento al otro lado del planeta, integrar entrevistas con expertos en el tema o personas relacionadas ubicadas en cualquier otro lugar, y hacerlo llegar a un conjunto de espectadores interesados sin ningún tipo de condicionante de distancia, ni de idioma, porque podrán incorporar subtítulos con traducciones simultáneas en tiempo real en función de la localización de cada espectador.

Recapitulando, trabajar hoy en la nube nos permite implantar innovaciones con mayor rapidez, escalar elásticamente los recursos en función de necesidades puntuales, compartir contenidos previos o definitivos por todo el planeta a través de redes seguras, proporcionar contenidos adaptados a medida de cada dispositivo de visualización para mejorar la experiencia de cliente y llegar a cada uno de ellos con el mínimo posible de intermediarios.

Es más. Hoy se cuenta con soluciones para llegar a montar una emisora de televisión sin prácticamente ninguna infraestructura propia y con una gran parte de los recursos y servicios basados en “la nube”. Cierto que no sería idéntica a los modelos que conocemos. Pero si resolvemos bien una única pregunta ¿cómo la hacemos rentable? estaremos encaminados hacia lo que probablemente sea el futuro de la televisión. O la televisión del futuro.

A pesar de todo lo espectacular de los avances comentados, estamos convencidos de que lo más interesante no son las posibilidades y las funcionalidades ya disponibles. Hay dos aspectos que, a nuestro parecer, son los que realmente deberían centrar toda nuestra atención. Sobre todo si queremos responder la pregunta anterior. Por un lado las nuevas oportunidades de negocio y de monetización que nos ofrece este nuevo escenario ya disponible. Y por otro todos los nuevos campos que todavía asoman por el horizonte o están por desarrollar y que, a su vez, continuarán expandiendo el escenario en todas direcciones.

 

Y con toda esta tormenta de ideas en la cabeza, ¿ya sabemos qué papel queremos jugar?

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